Diabletes de mediados del siglo XX. El de la izquierda tiene un vestuario acabado de manera similar al de los actuales, mientras que el de la derecha está pintado de forma mucho más difusa. Ambas máscaras son de papel encolado. (Foto cedida por Francisco Hernández Delgado)
Asimismo todos ellos encuentran paralelismos evidentes con diferentes cofradías de ánimas peninsulares, así como con los “Auroros” murcianos. El de Teguise es el de más antigüedad y arraigo en la isla de Lanzarote, en la que podemos encontrar ranchos similares en otros muchos pueblos como Tías, Mácher, Haría, Tinajo, San Bartolomé y Yaiza.
En el historiador Alvarez Rixo encontramos una de las primeras referencias escritas a los Ranchos en el siglo XVIII, dándonos pistas de su carácter navideño, así como su existencia no sólo en las islas orientales, dejando constancia de Ranchos de similares características en el Puerto de la Cruz (Tenerife).
El Rancho de Pascua tiene su momento protagonista durante la Nochebuena. En la Misa del Gallo cantan y danzan en honor del Dios-Niño en las distintas partes en que se divide su intervención: «El Corrido», «El Salto», «Las Desechas» y «La Pascua». «El Salto» es la única pieza de carácter instrumental y da ocasión de presenciar al único ejemplo de danza que se da en los Ranchos de Canarias.
Los datos escritos de los que se disponen (en concreto, unos cuadernos fechados en 1897) hacen referencia a la figura de don Juan Crisóstomo García como uno de los principales mentores de este Rancho. Don Juan Crisóstomo estuvo al frente del Rancho de Navidad de Teguise durante muchos años, hasta su fallecimiento en el 1933.
Los instrumentos utilizados habitualmente vienen a ser: 6 ó 7 panderetas, 4 espadas, 2 triángulos, 6 sonajas, 2 castañuelas, 1 timple, 2 o más guitarras y un requinto.
En cuanto a su vestimenta, ésta no difiere del traje tradicional que utilizan los grupos del resto de la isla (sin el uso de la montera durante la celebración de la eucaristía).
Las particulares melodías, el complejo organológico empleado, así como los textos y la danza que se interpretan, otorgan al Rancho de Teguise un incuestionable valor etno-histórico.