Las diferentes fiestas tradicionales canarias abundan en expresiones rituales de notable antigüedad e interés. Los diablos, diabletes y figuras zoomórficas suponen lo más ancestral del patrimonio intangible de nuestra tierra, con relaciones entre muchos pueblos que comparten elementos similares. En general, contemplamos dos conductas habituales: la de manchar (con agua, polvos de talco, etcétera) y la de golpear simbólicamente con elementos diversos.
Los Diabletes de Teguise son un grupo de ruidosos hombres, ataviados con ropas pintadas con grandes rombos rojos. Van provistos de cinturones de cuero cargados de cencerros y una llamativa careta con cuernos. Portan un palo del que cuelga un zurrón (llamado el garabato), con el que intentan golpear a sus vecinos. Ligados inicialmente a la fiesta del Corpus, esta tradición se trasladó al martes de carnaval, en la que fuera la antigua capital de Lanzarote y es una de las más singulares expresiones del carnaval isleño.
También en Lanzarote, esta vez en Arrecife, se utilizan para golpear grandes vejigas de pescado infladas y secadas al sol, en un rito carnavalesco del que hiciera referencia el francés René Verneau a finales del XIX. Fueron siempre gentes del mar los actores de esta tradición, hoy mantenida gracias a la Parranda Marinera Los Buches, que salen cada año cantando sus viejas canciones costeras y propinando sonoros y divertidos buchazos a diestro y siniestro.
La traslación hacia un ámbito pastoril de esta costumbre la encontramos en los Carneros de Tigaday, en El Hierro. Ataviados con grandes pieles de carnero y tiznados con betún, asustan, manchan y golpean –indoloramente- a sus paisanos, guiados por la figura de El Loco.
Encontramos ejemplos similares en otras latitudes, como los Blancs Moussis belgas, que emplean vejigas de cerdo para flagelar a la gente o los Diablos de Luzón (Guadalajara), que tizana su piel y se pertrechan con pieles y cuernos de animales. El origen común de estas tradiciones parece encontrarse en la antigua Roma, donde los Luperci, un grupo sacerdotal de adolescentes, salían el 15 de febrero por el Monte Palatino semidesnudos, golpeando a las mujeres con una tira de macho cabrío (la februa), como rito de purificación y fecundidad. Algunas de estas fiestas sufrieron una adaptación y/o cambio de festividad a lo largo del tiempo. En concreto, muchas de ellas pasaron del Corpus al Carnaval.
Estas jornadas contribuyen a la puesta en común y la valoración de dichas manifestaciones, en aras de su preservación por parte de los agentes que las mantienen, sirviendo de anfitriones a los Diabletes de Teguise.
Francisco Hernández, cronista oficial de la Villa de Teguise
Benito Cabrera, folklorista.
La costumbre de golpear a los vecinos con buches, pellejos o tiras de piel está muy extendida por varios lugares de Europa. Bajo los nombres de botarga, guirrio o zamarraco, encontramos personajes que golpean con vejigas de cerdo, garrotes o tiras de piel de carnero, en lugares de España como Asturias y el País Vasco. En otros países el caso más conocido es el de los Vejigantes de Puerto Rico.
La fiesta de Los Carneros es la principal celebración que tiene lugar en la isla de El Hierro en época de carnavales. También es conocida dicha tradición como «Los Carneros de Tigaday», por ser precisamente ahí, el centro de la población de Frontera, donde se celebra.
Las figuras zoomórficas son frecuentes en varios pueblos y Burros, caballitos, osos, vacas, toros y otros animales se fabrican con materiales diversos para crear máscaras o disfraces con los que divertirse y perseguir a los vecinos. En los pueblos de Tao y Tiagua se conserva una de estas tradiciones, conocidas como “Los Toros”
Una de las tradiciones carnavalescas más antiguas e importantes de Canarias es la de Los Diabletes de Teguise. Si bien encontramos otros diablos y diablas en pueblos como Tijarafe (La Palma) o en Icod (Tenerife), esta expresión lanzaroteña es, por sus características, de gran importancia etnohistórica. Inicialmente ligados a la celebración del Corpus Christi, sufrieron una traslación al carnaval, tras su prohibición por parte de los ilustrados del siglo XVIII.
Suma de expresiones diversas, en esta representación se concentran ritos de inversión simbólica, gastronomía tradicional y elaboración de elementos diversos.
El personaje del demonio está muy arraigado en la cultura popular y, a principios de año, raro era el pueblo del Señorío de Molina en que no aparecían uno o dos diablos persiguiendo a la chiquillería y arrojando cenizas a las mozas. Con una clara relación con los diablos canarios, son los invitados foráneos de estas jornadas.